Llamamos ácido hialurónico a un grupo de polisacáridos del tipo glucosaminoglucanos que se encuentra presente en nuestro organismo, en especial en los tejidos conectivos. Por sus propiedades higroscópicas y, dependiendo del tipo de ácido hialurónico, su resistencia a la fricción, es muy apreciado en algunos tratamientos clínicos y en la medicina estética.
Qué es el ácido hialurónico
El ácido hialurónico es una macromolécula compuesta por una estructura simple, un dímero, que se repite muchas veces, con diferentes disposiciones tridimensionales.
Para qué sirve
Toda molécula de ácido hialurónico es capaz de retener en sus ramificaciones grandes cantidades de moléculas de agua, por eso decimos que es higroscópica. Al hacer esto, aporta resistencia a tejidos sujetos a tracciones, como los tendones y la piel, y también protege del desgaste articular cuando se acumula en regiones concretas, como la bolsa sinovial.
En la piel, su función es doble: asegura una buena hidratación y, dependiendo de la profundidad a la que se encuentre y del tipo, posee un ligero efecto relleno que evita la formación precoz de arrugas, sobre todo las que aparecen en zonas muy dadas a la gesticulación, como el contorno de los ojos.
¿Por qué necesitamos, a veces, infiltraciones de ácido hialurónico? Porque con la edad se hace más lenta la velocidad de síntesis natural, llegando a encontrar carencias en ciertos tejidos.
Tipos
Se puede hablar de ácidos hialurónicos en función de su peso molecular. A mayor peso molecular, más capacidad higroscópica, pero menor difusividad si intentamos utilizarlos de forma tópica, sin infiltraciones.
Todos los ácidos hialurónicos retienen agua, aunque más allá de su peso molecular, interesa mirar su estructura tridimensional. De esta manera, distinguimos otros dos tipos de ácido hialurónico, que son los más interesantes en la medicina estética.
Ácido hialurónico reticulado
Presenta mayor resistencia a la tracción y a la deformación, por lo que se utiliza para rellenar arrugas profundas y para aportar volúmenes en zonas de interés del rostro, como el mentón o los pómulos.
Es perfectamente biocompatible, no existe riesgo de rechazo y su única desventaja es que el organismo lo reabsorbe al cabo de unos meses, por lo que se necesitan retoques o nuevas sesiones una vez pasado el efecto que deseábamos.
La pérdida de volumen al irse reasimilando es gradual y nunca causará un efecto rebote, es decir, perderás el volumen añadido si no retocas la zona, pero tus tejidos naturales no se verán afectados.
La parte más interesante de los tratamientos estéticos con ácido hialurónico se encuentra en los resultados que se pueden obtener, capaces de evitar muchas veces el paso por quirófano, evitando así los riesgos de la anestesia y el paso por un posoperatorio. La pulcritud del resultado final dependerá de la experiencia del profesional encargado de tu tratamiento, y es evidente que resulta más complejo remodelar una nariz o un mentón que aportar hidratación extra a una región de la piel.
Ácido hialurónico no reticulado
El ácido hialurónico no reticulado ofrece una sensación más plana al tacto, es más fluido, por lo que se emplea para tratar problemas de piel deshidratada o para camuflar arrugas incipientes. Es la opción elegida para pieles que comienzan a demandar una ayuda en sus procesos de autoregeneración, pero mantienen la flexibilidad, de manera que el óvalo facial no se ha desdibujado.
El ácido hialurónico es un tipo de macromolécula presente en nuestro organismo. Pese a producirlo de manera natural, al envejecer lo sintetizamos en menor cantidad y es cuando la medicina clínica y la medicina estética pueden ayudarnos con tratamientos mínimamente invasivos, a veces con ácido hialurónico no reticulado y, en la mayor parte de los casos, con el reticulado.